Don Juan

https://es.wikipedia.org/wiki/Don_Juan




Cuando les preguntan a algunos escritores cómo se definirían hay quién contesta que son jardineros. Una vez que tienen la semilla, la siembran sobre el folio en blanco y la riegan con trabajo para que ver qué sale. Otros prefieren definirse como arquitectos. Planifican todo el edificio narrativo, hasta el más mínimo detalle, antes de ponerse a escribir. Los hay que se definen como exploradores. Siguen un mapa para escribir o, por el contrario, prefieren fiarse de la brújula y tirar siempre hacia el norte. Si me preguntaran a mí, yo contestaría sin dudarlo que yo soy un donjuán. 
Algunos escritores son muy fieles. En cuanto tienen una idea, se enamoran de ella y, a menudo, hasta se casan con ella, dedicándoles los dos o tres años de su vida que tardan en escribir una novela. Yo soy incapaz. La simple idea de dedicar tres años de mi vida a escribir todos los días en relación al mismo tema, make me sick. Quizá, como dijo Gregorio Marañón de Don Juan, no sea más que un inmaduro patológico. Espero que, por el bien de mi pareja, lo sea solo literariamente hablando. Puede que tenga razón. Al fin y al cabo, llevo nada más que unos nueve años escribiendo con vocación de profesional.  Quizá, dentro de algún tiempo, puede que encuentre el amor de mi vida y dedique varios años a escribir una novela. Tendré entonces que desdecirme de todas estas palabras. Pero, de momento, soy un promiscúo donjuán. 
Me gusta escribir relatos de todo tipo: realistas, fantásticos, eróticos, humorísticos o de terror. Para que conformarme siguiendo únicamente la estela de Chejov o la de Poe, cuando me siento igual de cómodo en las dos. 
El mayor problema con el que me encuentro es que necesito buscar nuevas conquistas de forma continua. Para aprender a escribir es esencial escribir mucho. Pero para escribir mucho, se necesitan ideas.  Como ya he dicho y siguiendo las enseñanzas de Bradbury, tengo la esperanza de encontrar entre mis relatos, al menos, uno que sea bueno, de cada cincuenta y dos que escriba. Lo ideal sería uno por semana. Lo reconozco: yo soy incapaz de hacerlo. Me gustaría, pero mi vida no me lo permite. Tengo que leer, trabajar, dedicar tiempo a mi pareja, a mis amigos, salir, viajar, en definitiva, tengo también que vivir. Sin embargo, ahí está como reto: 
Escribir cincuenta y dos relatos al año.

            Cuánto más me acerque a ese ideal, más satisfecho me sentiré. Este año, me propuse escribir, al menos, la mitad. Y lo he conseguido. He escrito veintiséis relatos pero en tan solo diez meses. No hablo de calidad (todavía tengo que escribir los otros veintiséis para encontrar, entre todos, uno que sea bueno), sino de cantidad.  Gabriella Campbell tiene un artículo muy bueno basado en algo que leyó en el blog deJames Clear, en el que nos habla del poder de la cantidad. Por supuesto, ella lo cuenta mucho mejor que yo, por lo que recomiendo acudir a la fuente, pero la idea es la siguiente: un profesor de cerámica dividió la clase en dos grupos. Uno de ellos debía dedicar todo el curso en crear una pieza maestra, mientras que el otro grupo debía intentar producir el mayor número de piezas posibles. Cuando terminó el curso, las mejores piezas no pertenecían al grupo que se había dedicado a crear una única pieza maestra, sino que pertenecían al otro grupo, al que se había dedicado a producir una pieza tras otra. Es así como se aprende, escribiendo un cuento tras otro, sin parar. Al menos, mientras puedas. 
            He de confesaros una cosa. Como todos, yo también he tenido bloqueos narrativos. Momentos en los que intentaba escribir y me daba cuenta de que no se me ocurría nada. Sin embargo, desde el dos mil catorce no me ocurría. Desde luego, había tenido momentos en los que me apetecía escribir más o menos, pero nunca momentos como los de este último mes en el que no se me ocurría ninguna idea que me pareciera tan digna como para dedicarle un relato. Lo he pasado tan mal que casi he sentido hasta angustia. He recordado las palabras de Paul Auster o de Kenzaburo Oe en las que aseguraban que ya no se les ocurría nada nuevo y que vivían de las ideas que tenían apuntadas en libretas antiguas. ¿Me habrá pasado también a mí?, me preguntaba. ¿Tan joven? Si acabo de empezar. 
            Por suerte lo he superado gracias a mi agenda. Continuado con el símil del donjuán, he vuelto a mujeres con las que ya me había acostado antes y en las que aún había algún detalle que debía corregir. Como buen donjuán y admirador de Bolaño (Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte), yo escribo los cuentos de tres en tres, de cinco en cinco, o todos los que pueda a la vez. Claro, así, salvo los que mando a concursos, muchos de los relatos que escribo necesitan más de una revisión para depurarlos. El sexo con ellos es mucho más satisfactorio. Cuando pasa un tiempo desde que lo has escribo, los ves con otros ojos. No te dejas ya llevar tanto por la pasión, como por la técnica aprendida gracias a otros relatos. Sabes lo que les va. Sabes lo que les hará disfrutar. Sabes cómo encontrar el punto exacto para llevarles hasta el orgasmo literario. Ummmmm. Me encanta. Hasta que, por supuesto, me canso de ellos y me pongo a toquetear otro. 
            Sin embargo, este mes de agosto pasaba. Había escrito solo veinticinco relatos, me falta solo uno para llegar a los que me había propuesto, se me estaba agotando la agenda y no encontraba ninguna idea nueva. Me las imaginaba a todas retozando con otros de forma lasciva en la arena de la playa. Empezaba a angustiarme tanto que ya me veía volviendo al redil, casándome con una novela corta que, para descansar de los relatos, tengo entre manos, cuando por fin me crucé con la idea y conseguí escribir, por fin, ayer un relato nuevo del tirón. Sin planificarlo ni nada. Todavía no está depurado del todo. Todavía nos quedan a los dos unos cuantos momentos de placer juntos, pero ha conseguido que vuelva a enaltecer mi ego de donjuán.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Orfebrería

Los blogs han muerto