Cada vez lo tengo más claro: la poesía, el relato, el microrrelato, ahí es dónde se encuentra la verdadera literatura. Escribir es un trabajo de orfebres. Para escribir se necesita la misma paciencia, formación, minuciosidad y buen gusto que para la joyería. Y, sin embargo, son los novelistas los que se llevan toda la gloria. Esta entrada tiene mucho que ver con la anterior. Vivimos en un mundo en el que impera la ley del mercado. Habría que analizarlo con más profundidad, pero lo que realmente llega al público general son las novelas, a pesar de que muchas de ellas están escritas a patadas. Llevo ya unos añitos escribiendo e intentando conseguir publicar los llamados géneros menores, pero ya me he rendido. Consigo publicar algún que otro relato, aunque siempre con muy poco repercusión mediática. Creo que voy a centrarme en escribir una novela. Por supuesto, no pienso dejar de escribir relatos. Como he dicho antes, para mí, es dónde se encuentra la verdadera literatura. En realidad,
Cuando les preguntan a algunos escritores cómo se definirían hay quién contesta que son jardineros. Una vez que tienen la semilla, la siembran sobre el folio en blanco y la riegan con trabajo para que ver qué sale. Otros prefieren definirse como arquitectos. Planifican todo el edificio narrativo, hasta el más mínimo detalle, antes de ponerse a escribir. Los hay que se definen como exploradores. Siguen un mapa para escribir o, por el contrario, prefieren fiarse de la brújula y tirar siempre hacia el norte. Si me preguntaran a mí, yo contestaría sin dudarlo que yo soy un donjuán. Algunos escritores son muy fieles. En cuanto tienen una idea, se enamoran de ella y, a menudo, hasta se casan con ella, dedicándoles los dos o tres años de su vida que tardan en escribir una novela. Yo soy incapaz. La simple idea de dedicar tres años de mi vida a escribir todos los días en relación al mismo tema, make me sick . Quizá, como dijo Gregorio Marañón de Don Juan , no sea más que un inm
No se lo he contado a mucha gente, pero conocí a mi chica gracias a los blog. Por motivos de trabajo, terminé en Melilla. Me llamaba todo tanto la atención (desde las Coca-colas con grafía árabe de Marruecos a las porteadoras que atravesaban la frontera arqueadas por fardos que abultaban más que ellas) que acabé escribiendo un blog para contarlo. Mi chica escribía otro. Empezamos a leernos y hasta ahora. De eso hace ya casi quince años. Aparte de lo viejo que soy, cuando lo pienso, me doy cuenta de cuánto tiempo llevo escribiendo blog. No todos han tenido éxito, ni la misma duración, ni siquiera la misma función. He escrito blog públicos y también blog solo para mí, para llevar un recuento de mis publicaciones. El último de todos, uno que utilizaba como notas a pie de página de mi novela corta Bastante inútil. Creo que la época dorada de los blog (al menos, en todo lo relacionado con la literatura) tuvo que ver con el surgimiento de los microrrelatos. Florecieron como hongos
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