En ocasiones, escribo cuentos





Lo reconozco. A menudo lo he ocultado. Siempre me ha dado mucha pereza admitir de forma pública que soy escritor de cuentos.
La razón es muy sencilla. Cualquiera de vosotros seguro que reconocéis esta conversación:
−En ocasiones, escribo cuentos –susurras avergonzado.
−¿Cuentos para niños? –te preguntan con cara de sorpresa, casi examinándote por si se encontraran ante algún tipo de pedófilo hasta ahora no identificado.
−No, no me refiero literatura infantil –quieres aclarar−. Lo que escribo son relatos, historias cortas de unas pocas páginas.
−¿Y tienes publicado algo? –te vuelven a preguntar ahora con cara de incredulidad, como si no fuera posible que alguien estuviera tan loco como para publicar semejante mamarrachada.
−Bueno, sí. Alguna cosilla –dices con la mirada fija en el suelo.
Y ya no añades más. Cambias de tema porque sabes que si continúas con la conversación te va a preguntar por qué, puestos a ser escritor, no te dedicas a escribir novelas como (y cita a un montón de autores superventas o muy conocidos, cuyas novelas has dejado a medias porque te han aburrido soberanamente).
Tenemos que asumirlo: el escritor de cuentos es un ser solitario. Dedica mucho tiempo a una labor muy poco reconocida. De hecho, se puede decir que casi practicamos la endogamia. Salvo los propios escritores de cuentos, nadie nos lee. Y, en muchas ocasiones, ni siquiera nos leemos entre nosotros. Esto que parece una putada, en realidad, es una muy buena noticia. Si nadie te lee eres mucho más libre. Puedes escribir lo que te dé la gana porque la única persona a la que le tiene que gustar lo que escribe es a uno mismo.
Supongo que por todo esto me he decidido a empezar este blog. Quizá tampoco sirva para nada, pero me gustaría que, poco a poco, este blog se convirtiera, de alguna forma, en el micrófono de todos los cuentistas que, hasta ahora, vivimos agazapados en la sombra. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Orfebrería

Don Juan

Los blogs han muerto