Estructura básica del relato
“No soy un escritor profesional. Soy un aficionado
que escribe libros. He escrito algunos libros, unos cuantos, pero me considero un aficionado y quiero
considerarme un aficionado. Es importante para mí, no sentir la noción de
profesionalización”.
Si Cortázar se sentía un aficionado, yo no soy nadie
para considerarme más que él. Yo tampoco soy un escritor profesional. Solo soy
un aficionado que escribe cuentos y al que, después de leer unos algunos libros
y asistir a varios talleres, le apetece compartir lo que ha aprendido, sin
ningún ánimo de sentar cátedra. Puede
que todo lo que diga esté equivocado o desfasado, que ya no esté de acuerdo con
las últimas tendencias, pero, al menos a mí, me sirve para escribir cuentos.
Ahora entremos en materia.
Desde los tiempos de Aristóteles los cuentos tienen
una estructura básica: Planteamiento,
nudo y desenlace.
Puede parecer una obviedad, pero me he encontrado
con multitud de cuentistas principiantes que ignoran esta estructura. Con el
tiempo, una vez que se dominan las reglas narrativas, supongo que será posible
romper esta estructura, pero, de momento, para empezar creo que ha de seguirse
a rajatabla.
El planteamiento
es donde se presenta al personaje principal y su entorno. Ambas aspectos son
muy importantes. El escritor de cuentos debe mostrar al personaje desde el
principio. El lector tiene que conocer quién va a ser el protagonista para
poder identificarse con él. He encontrado multitud de textos de cuentistas
principiantes que tardan mucho en presentarnos al personaje principal (o, en
ocasiones, ni siquiera lo presentan) y, sin embargo, se detienen en prolijas
descripciones del entorno en el que se mueve: nos hablan del tiempo, del
escenario, de su pasado, de un montón de cosas que no nos interesan porque no van
a ser relevantes para la historia.
Tampoco se trata de realizar una presentación
exhaustiva (tipo ficha policial antropomórfica) del protagonista.
Escribir un cuento es muy parecido a cocinar. Se
necesita sal y pimienta, pero ni puedes olvidarte de ellas ni puedes pasarte si
no quieres que el plato se te indigeste.
Una vez que conocemos al protagonista y su entorno,
es hora de pasar al nudo,
introduciendo el conflicto o, como a
mí me gusta decirlo, es la hora de la pedrada.
Un personaje va caminando tranquilamente por la calle y, de pronto,
alguien le lanza una piedra. Un personaje conduce a velocidad de crucero por
una autovía y, de pronto, se encuentra con una curva peligrosa. En eso consiste
el conflicto: en meter en problemas al protagonista.
Con el conflicto se produce el paso de un momento
estático (planteamiento) a uno dinámico (nudo). Se produce el paso de la
descripción (personaje/entorno) a la escenificación. Es como si, de pronto,
alguien apretara el botón de fast forward
y, de pronto, se acelerara su vida.
En el desenlace,
vemos cómo resuelve (o no) el protagonista el conflicto planteado. El
protagonista al ver la piedra, se agacha, se refugia, se vuelve a casa o se
agacha en busca de otra piedra que lanza a quién se la ha tirado. El conductor
baja la velocidad de su vehículo, cambia de marcha y gira el volante en la
dirección adecuada o se sale de carretera. Cualquier cosa es posible (el escritor
es libre para elegir), pero tiene que ocurrir algo.
También en el desenlace se suele dar un momento que
Joyce llamaba epifanía. El
protagonista ha de aprender algo, ha de salir transformando. El cuento deber
ser un viaje que transforme al protagonista. Lo tiene que situar en otro lugar.
Si no es así, el conflicto no ha sido lo suficientemente importante o, si lo ha
sido y no ha conseguido superarlo, el protagonista ha aprendido, al menos, que
es alguien incapaz de superarlo.
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