Leer y escribir
El poeta Eduardo García en su libro Escribir un poema dijo que, de joven, le habían dado un consejo que le había acompañado durante toda su vida:
“Lee
mucho, escribir mucho y confía en ti”.
Después de un tiempo
dedicándome al cuento, yo también estoy convencido de que en esa frase, está
todo el secreto.
En primer lugar, el
escritor de cuentos debe ser un lector voraz. No conozco a ningún escritor de
cuentos que no haya sido antes un excelente lector. Por supuesto, tiene que
conocer la obra de los grandes relatistas: Poe,
Borges, Cortázar, Carver, Mainsfield, Hemingway, entre muchos otros. Sin
embargo, conozco a algunos cuentistas que apenas leen cuentos. Ellos sabrán. Yo
creo que es un error.
Pero también, el
aprendiz de cuentista, debe leer cualquier cosa que caiga en sus manos. Sobre
todo, hasta que adquiere el suficiente sentido crítico para ser capaz de
discernir lo que merece la pena leer y lo que no. Por supuesto, también tiene
que leer novelas. Sobre todo las obras clásicas. Quién no haya leído La isla del tesoro, El Guardián entre el centeno, El
extranjero, La metamorfosis, Olvidado rey Gudú o Cien años de soledad, por citar lo primero que se me ha ocurrido, debería
dejar de forma inmediata este blog y acercarse a la librería o biblioteca más
cercana a por cualquiera de estos libros.
Sin embargo, el
escritor de cuentos, como buen omnívoro, también ha de alimentarse con
cualquier otro libro sea o no literario. Debe leer poesía, ensayos históricos,
filosóficos, libros de autoayuda, cómic. De cualquier libro puede sacar algo
que le ayude a formarse como escritor.
El reverso de la moneda
es que se va a producir un cambio en la forma de leer. Va a dejar de leer como
lector y va a empezar a leer como escritor. Me explico. Un lector normal se
deja llevar por el río de la trama. Si el libro es bueno, se mete en la
historia y lo arrastra la corriente. Sin embargo, el escritor cuando lee,
comienza a ver andamios. Es capaz de ver el decorado, el backstage, los ladrillos que se han utilizado para construir la
historia. Al principio decepciona. Hasta que comprende que, gracias a esa forma
de leer que le permite fisgar cómo otros construyen un mundo propio, luego podrá
plasmar lo aprendido en sus propios relatos.
El escritor de cuentos
también debe escribir mucho. El objetivo es escribir las diez mil horas de las
que habla Gabriella Campbell. Cuánto más te acerques a esa cifra, mejor
escribirás. Para ello, debe escribir todos los días, aunque sea una frase.
Estoy en contra de las panzadas y de los maratones tipo nanowrimos, porque desfondan. Escribir ha de ser un hábito, una constumbre,
como andar o correr. Primero poco a poco, para ir cogiendo con la práctica, ritmo.
La mayoría de los
principiantes piensan que lo que escriben es una mierda. No les falta razón.
Todos tenemos que asumirlo. Lo primero que escribimos suele ser horroroso. Escribir
es un proyecto a muy largo plazo. Quítatelo de la cabeza: nadie va a escribir
una obra maestra sin haber escrito antes miles y miles de páginas de bazofia
pura. Así que escribe. Escribe toda esa bazofia. No te la dejes dentro. Si no
la expulsas, jamás progresarás.
Otra idea común a
muchos principiantes es el miedo. ¿Y si la gente lee lo que escribo? ¡Qué más
quisiéramos todos! Venga intentadlo. Escribir algo y enseñádselo a vuestros
familiares y amigos. Al principio, por educación o compromiso, lo leerán y,
seguramente, os felicitarán por lo que habéis sido capaces de escribir. Pero
seguid escribiendo y volved a enseñárselo. La segunda vez ya no se mostrarán
tan receptivos. O sean unos santos y aguanten hasta una tercera o una cuarta. Pero
llegará un momento en que el que ya no lo harán. Entonces te sentirás libre
porque te darás cuenta de que a nadie le interesa realmente lo que escribes.
Salvo a ti, claro. Al propio autor.
Cuando empieces a
escribir para ti, cuando empieces a plasmar en un papel lo que te gusta,
repudias o atormenta, es cuando empezarás a escribir cosas que merezcan la pena
y, que tal vez, interesen, y no ya por educación o compromiso, a los demás. Así
que, escribe. Expulsa toda la bazofia que tienes que expulsar para aprender y,
con el tiempo, escribirás algo que merezca la pena.
El tercero de los
consejos que le dieron a Eduardo García es que confiara en él mismo. Y es así,
después de leer y escribir un montón, inevitablemente escribiremos algo bueno.
También lo dijo Ray Bradbury en su
libro Zen en el arte de escribir. Si
escribimos un relato a la semana, es imposible que, después de cincuenta y dos
relatos, no escribamos al menos uno bueno.
Yo siempre tengo en mente esa idea. De hecho, me gusta hacer colecciones
de trece relatos. Cuando ya llevo cuatro de esas colecciones, las releo con la
esperanza de encontrar ese relato de entre los cincuenta y dos que merece la
pena. Y la verdad, es que no encuentro uno, sino tres o cuatro de los que me
siento tan orgulloso que, incluso, me atrevo a enseñar a los demás.
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